Los investigadores creen que detrás del asesinato de Yimmy Cox puede haber un enfrentamiento entre bandas latinas, que están en auge a principios de la década de los 2000. Los porteros de la discoteca Juanchito, donde tuvo lugar la ejecución, esquivan las preguntas de los investigadores. Pero la presión es insostenible y acaban dando un par de pistas que serán cruciales para la resolución del caso.

Yimmy Cox, un chico ecuatoriano de 27 años, hace cola junto a dos amigos frente a la discoteca Juanchito de L'Hospitalet de Llobregat, Barcelona. Es un local de música latina que frecuentan cada fin de semana. Cuando están esperando para entrar en la discoteca, un chico se acerca a Yimmy y le dispara un tiro a bocajarro en la nuca. Su pareja, embarazada de siete meses, y sus dos mejores amigos no se lo explican.

Óscar Molina es, de momento, el único sospechoso del asesinato de su jefe, el empresario Jordi Milián. La Guardia Civil lo tenía en el punto de mira desde el principio. Molina fue la última persona que estuvo con la víctima el día que lo asesinaron. Además, han hallado munición en su coche y en el piso donde se alojaba y han averiguado que mintió sobre cómo se había enterado de la muerte de su jefe. Sin embargo, los investigadores no tienen ninguna prueba en su contra. ¿Encontrarán evidencias o resultará que Molina, como él mismo defiende, no tuvo nada que ver con el crimen?

13 de mayo de 2011. Un empresario catalán, dedicado al alquiler de vehículos para cine y televisión, aparece muerto a tiros en una nave ubicada a las afueras de Mequinenza, en una zona aislada. La Guardia Civil de Zaragoza investiga el caso y reconstruye los últimos movimientos de la víctima. Al tirar del hilo, averiguan que la última persona que estuvo con el empresario ha desaparecido. Se trata de un empleado del fallecido, un mecánico de 32 años llamado Óscar Molina.

El asesino del parking se llama Juan José Pérez Rangel, tiene 24 años y vive en el barrio de La Mina, en Sant Adrià del Besós. Han pasado 16 días desde que mató a Maria Àngels Ribot y cinco desde la muerte de Mayte de Diego. La policía le sigue las 24 horas del día para confirmar si el joven actuó solo. El final de la investigación está cerca. Después de la detención de Juan José Pérez Rangel, la policía descubrirá los secretos que guarda un asesino en serie en su habitación.

Se encuentra el cadáver de una segunda mujer en el mismo parking. Sólo han pasado 11 días desde que asesinaron a Maria Àngels Ribot. Las dos muertes han tenido lugar en el hueco de la escalera de emergencias del aparcamiento. Los policías está convencidos de que se trata del mismo autor. Saben que, si no lo detienen pronto, volverá a matar. El tiempo apremia a unos investigadores sometidos a la presión de los barceloneses, que a partir de ese 22 de enero de 2003 sentirán miedo cada vez que entren en un parking.

El 11 de enero de 2003, una mujer aparece muerta en las escaleras del último sótano de un parking de la calle Bertrán de Barcelona. Maria Àngels Ribot, una madre de familia de 49 años de edad ha sido asesinada a golpes de martillo, cuando se disponía a coger el ascensor que lleva del aparcamiento a su domicilio. El homicidio ha sucedido en uno de los barrios con mayor poder adquisitivo de Barcelona. El móvil más evidente es el robo pero en la escena del crimen hay demasiadas piezas que no encajan. La unidad de homicidios de la Policía Nacional desconoce que está a punto de enfrentarse a un asesino en serie.

La noche del 2 de febrero de 2014 dos mujeres llaman a Emergencias. Están aterradas, escondidas en una habitación de una casa de Chancelas, en Pontevedra. Al parecer dos ladrones acaban de matar a golpes a Secundino Prego, el anciano de 84 años que estaba a su cargo. Sin embargo, los investigadores pronto se darán cuenta de que las pruebas encontradas en el escenario del crimen no se corresponden con el relato de las cuidadoras.